Localidad: Hacinas

Fecha: Todo el año

 

Un hijo ilustre de este pueblo, D. Abdón de Juan González, ha recogido en un libro, que publicó en 1985, varias de las tradiciones y folklore popular de Hacinas. Desgraciadamente no están todas reflejadas, pues algunas, que habían llegado a nuestro conocimiento, ya estaban olvidadas o poco menos, y esa sería la causa de que no figuren en las páginas de ese libro. Varias, no obstante, perduran y hoy se trata de actualizarlas, para que no se pierdan.
Son unas de tipo religiosos. Otras, más bien, de aire profano, aunque tienen mucho de mezcolanza. Las primeras se refieren, de modo particular, al tiempo de Cuaresma, Semana Santa y Pascual de Resurrección: El vía crucis, llamado “del Todo Poderoso”, porque se inicia con esas palabras que es un relato cantado de las catorce estaciones. El cantar del Santo Entierro, para la procesión del Viernes Santo. Las aleluyas o felicitaciones a la Virgen por la resurrección de su Hijo, para la procesión del Encuentro el día de Pascual. Son unas de las canciones folklóricas y tradiciones de tipo religioso, que se usaron y siguen actuales, hoy en día en Hacinas.
Del tipo más bien profano son tradicionales; la celebración del Reinado, los Carnavales, y el canto de los Novios. 
El Reinado es un festejo ancestral de la juventud de Hacinas, y fuertemente arraigado en ella. Se celebraba en Navidad, abarcando hasta las fiestas de los Reyes. Si tenía lugar, pues no todos los años se celebraba, se anunciaba al anochecer del día 30 de Noviembre, fiesta de S. Andrés, con una especie de pasacalles, al son de la dulzaina y el tambor. El grupo de jóvenes que componían el Reinado, elegían entre ellos al que había de hacer de Rey e, igualmente, al Virrey. 
Otro sería el abanderado, o portador de la bandera. El día de Navidad, a la salida de la misa, elegían a la reina, de entre las mozas, colocando sobre la cabeza de la elegida, el sombrero del Rey. Así comenzaba el reinado, uno de cuyos actos, sería el baile a la bandera por el rey y la reina. Luego distintos juegos, como el de la garrocha, en que formados dos bandos lanzaban una especie de porras, como en una carrera de relevos, hasta un lugar prefijado y, luego, retorno al punto de partida.  
El bando, que primero llegaba a la meta, era el vencedor. Entre tanto el público trataba de arrebatar la lanzadera, o prendas de la reina y de los componentes del Reinado, y meterlos en la taberna. Si esto se conseguía los del Reinado debían de satisfacer el rescate, que consistía en pagar alguna consumición al valiente, que habrá conseguido quitarles la prenda.
El día de Año Nuevo la reina convidaba a comer al rey y al virrey; y estos hacían lo mismo en la fiesta de los Reyes. 
Durante este tiempo, los componentes del Reinado pasaban al anochecer por las casas del pueblo cantando villancicos y entradillas; y recibiendo las propinas correspondientes de los moradores de los hogares. Precisamente esas entradillas con que iniciaban los cantares, en los años novenita del pasado siglo XX, legaron al conocimiento de algunos miembros del Consejo de Investigaciones Científicas, para alegría suya. Pues forman esas entradillas un género poético peculiar de la Edad Media, que se creía perdido; pero que ha perdurado en Hacinas, y, al parecer, en un pueblo portugués del Algarre. 
El Reinado dejó de celebrarse, tras la despoblación de mediado del pasado siglo XX; con el fin de que no se pierda esa tradición se ha celebrado alguna vez en verano, a fin de que no se olvide y nos más jóvenes lo conozcan. 
Otra tradición, que ha perdurado en Hacinas, sin interrupción ha sido la celebración de los Carnavales, y que ha sido objeto de la atención e interés de las autoridades provinciales. El protagonista de la fiesta es la Tarasca, especie de dragón, con cabeza de burro, que colocada en una vara larga (parandón, se le llama) es manejada desde un marco rectangular con toldo, que llevan los mozos, ocultos en él. 
Su aspecto es tan feroz, que infunde pavor entre la gente, y que huye de ella en estampida, lo que proporciona precisamente la diversión. A ello se unen los comarrajos, así llamadas las personas, que se disfrazan, a los que también se las rehuye, porque llevan pelusos y cosas semejantes, que manchan. Son, pues, bastante concurridos las carnavales hacinenses. 
Finalmente hay otra tradición; la de cantar los mozos a los novios el día de su boda, al anochecer  unos versos romanzados, alusivos a tal acontecimiento, llenos de compañerismo, felicitación y al mismo tiempo de nostalgia, por el compañero que les deja, al cambiar de estado. Es siempre un momento esperado por los invitados y el público en general; y que produce grata sorpresa en los forasteros. 
Había una tradición perdida ya. La de pasar la noche de los Santos, cantando el Padre Nuestro, al son del lúgubre son de las campanas, desde el campanario. Lo hacían los jóvenes tras una cena de hermandad. El finalizado año 2002 se ha rescatado, causando grata novedad.

 

Un hijo ilustre de este pueblo, D. Abdón de Juan González, ha recogido en un libro, que publicó en 1985, varias de las tradiciones y folklore popular de Hacinas. Desgraciadamente no están todas reflejadas, pues algunas, que habían llegado a nuestro conocimiento, ya estaban olvidadas o poco menos, y esa sería la causa de que no figuren en las páginas de ese libro. Varias, no obstante, perduran y hoy se trata de actualizarlas, para que no se pierdan.
Son unas de tipo religiosos. Otras, más bien, de aire profano, aunque tienen mucho de mezcolanza. Las primeras se refieren, de modo particular, al tiempo de Cuaresma, Semana Santa y Pascual de Resurrección: El vía crucis, llamado “del Todo Poderoso”, porque se inicia con esas palabras que es un relato cantado de las catorce estaciones. El cantar del Santo Entierro, para la procesión del Viernes Santo. Las aleluyas o felicitaciones a la Virgen por la resurrección de su Hijo, para la procesión del Encuentro el día de Pascual. Son unas de las canciones folklóricas y tradiciones de tipo religioso, que se usaron y siguen actuales, hoy en día en Hacinas.
Del tipo más bien profano son tradicionales; la celebración del Reinado, los Carnavales, y el canto de los Novios. 
El Reinado es un festejo ancestral de la juventud de Hacinas, y fuertemente arraigado en ella. Se celebraba en Navidad, abarcando hasta las fiestas de los Reyes. Si tenía lugar, pues no todos los años se celebraba, se anunciaba al anochecer del día 30 de Noviembre, fiesta de S. Andrés, con una especie de pasacalles, al son de la dulzaina y el tambor. El grupo de jóvenes que componían el Reinado, elegían entre ellos al que había de hacer de Rey e, igualmente, al Virrey. 
Otro sería el abanderado, o portador de la bandera. El día de Navidad, a la salida de la misa, elegían a la reina, de entre las mozas, colocando sobre la cabeza de la elegida, el sombrero del Rey. Así comenzaba el reinado, uno de cuyos actos, sería el baile a la bandera por el rey y la reina. Luego distintos juegos, como el de la garrocha, en que formados dos bandos lanzaban una especie de porras, como en una carrera de relevos, hasta un lugar prefijado y, luego, retorno al punto de partida.  
El bando, que primero llegaba a la meta, era el vencedor. Entre tanto el público trataba de arrebatar la lanzadera, o prendas de la reina y de los componentes del Reinado, y meterlos en la taberna. Si esto se conseguía los del Reinado debían de satisfacer el rescate, que consistía en pagar alguna consumición al valiente, que habrá conseguido quitarles la prenda.
El día de Año Nuevo la reina convidaba a comer al rey y al virrey; y estos hacían lo mismo en la fiesta de los Reyes. 
Durante este tiempo, los componentes del Reinado pasaban al anochecer por las casas del pueblo cantando villancicos y entradillas; y recibiendo las propinas correspondientes de los moradores de los hogares. Precisamente esas entradillas con que iniciaban los cantares, en los años novenita del pasado siglo XX, legaron al conocimiento de algunos miembros del Consejo de Investigaciones Científicas, para alegría suya. Pues forman esas entradillas un género poético peculiar de la Edad Media, que se creía perdido; pero que ha perdurado en Hacinas, y, al parecer, en un pueblo portugués del Algarre. 
El Reinado dejó de celebrarse, tras la despoblación de mediado del pasado siglo XX; con el fin de que no se pierda esa tradición se ha celebrado alguna vez en verano, a fin de que no se olvide y nos más jóvenes lo conozcan. 
Otra tradición, que ha perdurado en Hacinas, sin interrupción ha sido la celebración de los Carnavales, y que ha sido objeto de la atención e interés de las autoridades provinciales. El protagonista de la fiesta es la Tarasca, especie de dragón, con cabeza de burro, que colocada en una vara larga (parandón, se le llama) es manejada desde un marco rectangular con toldo, que llevan los mozos, ocultos en él. 
Su aspecto es tan feroz, que infunde pavor entre la gente, y que huye de ella en estampida, lo que proporciona precisamente la diversión. A ello se unen los comarrajos, así llamadas las personas, que se disfrazan, a los que también se las rehuye, porque llevan pelusos y cosas semejantes, que manchan. Son, pues, bastante concurridos las carnavales hacinenses. 
Finalmente hay otra tradición; la de cantar los mozos a los novios el día de su boda, al anochecer  unos versos romanzados, alusivos a tal acontecimiento, llenos de compañerismo, felicitación y al mismo tiempo de nostalgia, por el compañero que les deja, al cambiar de estado. Es siempre un momento esperado por los invitados y el público en general; y que produce grata sorpresa en los forasteros. 
Había una tradición perdida ya. La de pasar la noche de los Santos, cantando el Padre Nuestro, al son del lúgubre son de las campanas, desde el campanario. Lo hacían los jóvenes tras una cena de hermandad. El finalizado año 2002 se ha rescatado, causando grata novedad.